No me siento ni bien ni mal. Me siento rara, me siento buena y mala. No me siento como un alma en pena, cumplí mi cometido. No iba a dejar todo esto así. Me siento bien, ¡tan bien ahora que lo pienso! Nadie tenía que abandonarme. No podía quedarme tan sola, sin mi único amor. Nadie mas me podía ayudar en la venganza, no tenía otras armas. ¿Qué estoy diciendo? Debía usar las mejores.
Acá sentada otra vez me encuentro, sin nada que hacer, pero con una gran satisfacción, conmigo nadie podía jugar, menos con mis sentimientos.
Estoy segura de que en el fondo o donde quieran que estén mis hijos querían esta venganza, no iban a a soportar que sufriera, menos por una desdichada que lo mejor que tenia que hacer era arruinar una familia, una hermosa familia.
Y a dos años de esta satisfacción tan grande, me hacen falta mis hijos, aunque estoy segura de que me quieren y de que nunca hubieran querido verme sufrir.
Ya no tengo que hablar más de esto: ¿Me siento feliz? Quien sabe, si ni yo lo se. Lo único que me queda es disfrutar de esta soledad… esta hermosa y única soledad, a la que poco a poco me acostumbro, poco a poco…